Cada vez más viajeros eligen destinos más frescos en el norte del continente, dejando para otras temporadas las tradicionales playas del Mediterráneo, debido al aumento de temperaturas y las olas de calor en el sur.
En Europa, el verano está cambiando de coordenadas. Las temperaturas extremas, cada vez más frecuentes, han alterado las preferencias de los viajeros, muchos de los cuales ahora privilegian los paisajes frescos y menos masificados del norte del continente en lugar de las playas del sur. Lo que antes era sinónimo de vacaciones —el sol mediterráneo, el “sol y playa” de España, Grecia o Italia— está dando paso a una tendencia conocida como coolcation.
El término, derivado de “cool vacation” (vacaciones frescas), se ha instalado en la oferta turística de países como Noruega, Suecia, Finlandia o Islandia. Estos destinos nórdicos están atrayendo a miles de visitantes que buscan no solo temperaturas más clementes, sino también experiencias en contacto con la naturaleza, menor saturación turística y una creciente conciencia ambiental.
Fuga hacia el norte
El fenómeno está respaldado por cifras: en Noruega, las pernoctaciones de turistas extranjeros aumentaron un 22%, mientras que en Suecia el alza fue del 11%. “Venimos a Noruega a escapar del calor. Sus paisajes, el aire puro, los fiordos y las montañas nos atraían desde hace tiempo”, contó una turista durante su recorrido por la famosa Ruta de los Trolls. Como ella, cada vez más viajeros procedentes de zonas calurosas buscan en el norte una experiencia distinta.
En paralelo, destinos como la Laponia finlandesa o las islas Feroe están viendo crecer su demanda turística a ritmo sostenido. Las estadísticas en Rovaniemi, capital lapona, muestran un alza del 29% en pernoctaciones, y el interés en pequeñas islas del Atlántico norte se ve alimentado por la mejora en la conectividad aérea y por campañas activas de sus oficinas de turismo.
El sur, bajo presión térmica
Según el informe “El impacto del cambio climático en la demanda turística en España”, del centro de estudios BBVA Research, las regiones mediterráneas podrían sufrir caídas significativas de visitantes en verano. Las Islas Baleares, por ejemplo, podrían perder hasta un 60% de su turismo estival en los escenarios más críticos de calentamiento global.
Esto se debe a que el modelo tradicional de “sol y playa” se concentra en los meses más calurosos del año, cuando el aumento de las temperaturas genera un entorno menos atractivo e incluso riesgoso. El informe prevé un traslado parcial de la demanda hacia la primavera y el otoño, así como un desplazamiento geográfico hacia el norte del país, en particular hacia regiones como Asturias o Cantabria.
A escala europea, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advierte que hacia 2050, la mitad de la población del continente podría estar expuesta a un riesgo alto o muy alto de estrés térmico durante el verano.
Turismo más activo, menos masivo
Lo que atrae a muchos no es solo la temperatura. “La coolcation no es solo clima, también es una forma de viajar distinta: lugares menos concurridos, contacto con la naturaleza, actividades al aire libre”, explica Susanne Andersson, directora de Visit Sweden, en conversación con la prensa.
Los fiordos noruegos, los lagos finlandeses, las caminatas en la Laponia sueca o los veranos templados en Islandia ofrecen alternativas al turismo pasivo. Rutas como el Kungsleden en Suecia, los safaris de osos en Finlandia o los circuitos en canoa por los archipiélagos del norte combinan aventura y tranquilidad. El sol de medianoche es otro atractivo que convierte el verano boreal en una experiencia única.
En esta transformación también juega un papel la cultura popular. Las series nórdicas, el diseño escandinavo, la literatura de suspenso y una imagen de sostenibilidad han reforzado el deseo por estos destinos. “La cultura nórdica tiene una resonancia creciente, sobre todo entre quienes buscan experiencias distintas y significativas”, comentó Emmanuel Jaulin, fundador de la agencia O-Nord.
Prepararse para recibir (sin colapsar)
Los países nórdicos han reaccionado con estrategias de promoción proactiva pero también con planes para evitar la masificación. Finlandia, por ejemplo, apunta a la neutralidad de carbono para 2035. Noruega quiere reducir su huella turística a la mitad para 2030. Y las islas Feroe han diseñado un plan turístico que busca evitar convertirse en un destino de consumo rápido y olvido inmediato.