Europa endurece su sistema de tasas de estadía y portuarias, especialmente en Grecia, Francia e Italia. Pero el fenómeno se extiende a América del Norte y América Latina, con medidas similares en lugares como Nueva York, Quintana Roo y las Galápagos.
Para muchos viajeros, las vacaciones de 2025 llegan con una sorpresa poco grata: el aumento sostenido de tasas turísticas y cargos adicionales, que se aplican tanto en estadías tradicionales como en cruceros. Las medidas, adoptadas principalmente por destinos populares que enfrentan saturación turística o que buscan financiar infraestructura, están elevando el costo total de los viajes familiares y generando debates en la industria.
En Europa, países como Francia, Italia, España y Grecia aplican cargos por noche o por persona, que pueden representar centenares de euros extra para una familia en una semana. Pero el fenómeno no se limita al Viejo Continente.
La situación más emblemática es la de Grecia, que desde julio de 2025 aplica una “tasa de resiliencia climática” que puede alcanzar hasta 15 euros por noche en hoteles 5 estrellas, y hasta 8 euros por noche en alojamientos temporarios como Airbnb. Además, introdujo una nueva tasa portuaria para cruceristas: 20 euros por persona y por escala en islas saturadas como Santorini o Mykonos.
Algunos casos concretos:
- Francia cobra hasta 15,60 euros por noche en París para alojamientos de lujo.
- España aplica tasas municipales y regionales, con montos combinados de hasta 7 euros por noche en Barcelona.
- Italia cobra 5 euros a visitantes diarios en Venecia durante temporada alta, y aplica multas en playas protegidas como la Spiaggia Rosa de Cerdeña.
- Una familia de cuatro personas podría pagar más de 230 euros en tasas por una semana en Grecia, solo entre alojamiento y cruceros, sin contar el transporte o las entradas a atracciones como la Acrópolis, que en abril subió a 30 euros por persona.
- En Estados Unidos, los viajeros enfrentan una creciente carga impositiva, sobre todo en grandes ciudades. Nueva York introdujo en 2023 una tasa para alquileres temporarios y ahora limita fuertemente ese mercado, mientras que el “hotel room occupancy tax” en la ciudad puede sumar hasta un 14,75% al precio de una habitación.
- California y Hawái también suman impuestos locales para financiar campañas de conservación y respuesta climática, especialmente tras incendios o inundaciones.
En Canadá, ciudades como Vancouver y Toronto aplican tasas del 4% sobre el alojamiento, destinadas al desarrollo turístico.
América Latina: entre la regulación y la necesidad fiscal
Aunque en menor medida, varios países latinoamericanos también están reforzando tasas turísticas, muchas veces como fuente de ingreso fiscal o para sostener servicios básicos en zonas turísticas:
- Ecuador cobra una tasa de ingreso a las Islas Galápagos de 100 dólares por persona (50 para sudamericanos), además de tarifas ecológicas para cruceros y excursiones.
- En México, el estado de Quintana Roo (Cancún, Riviera Maya, Tulum) cobra el llamado VISITAX, un impuesto turístico de alrededor de Mex$ 250 (unos US$ 14), que se suma a los impuestos hoteleros.
- Colombia implementó en Cartagena una tasa portuaria para cruceristas, de hasta US$ 15, mientras que en Santa Marta y San Andrés se cobran tasas de entrada ambiental de entre US$ 3 y 5.
- En la Argentina, algunas provincias han estudiado la implementación de tasas ecológicas.
¿Cuánto impactan estas tasas en el bolsillo del viajero?
Para una familia tipo de cuatro personas, los cargos acumulados por tasas pueden representar entre un 10 % y un 20 % del costo total del viaje, especialmente en destinos de alta gama o muy demandados.
Por ejemplo, una semana en un hotel 4 estrellas en París, Nueva York o Santorini, sumando tasas de alojamiento y eventuales impuestos portuarios o entradas, puede implicar entre 200 y 450 euros extra.
Las tasas turísticas llegaron para quedarse. Su propósito declarado —financiar infraestructura, proteger ecosistemas o descongestionar destinos— es legítimo. Pero la falta de transparencia y la carga acumulada sobre las familias pueden poner en jaque la competitividad turística, sobre todo frente a destinos que aún ofrecen más por menos.
En un contexto inflacionario global, el equilibrio entre sostenibilidad, rentabilidad y experiencia del visitante será clave para evitar que este “nuevo costo oculto” se convierta en una barrera al derecho a viajar.