Aunque las pirámides de Tikal y el encanto colonial de Antigua han cautivado por años, Guatemala guarda tesoros menos conocidos que invitan a explorar su diversidad.
Desde lagos e islas hasta selvas y playas, el país ofrece experiencias únicas para quienes buscan ir más allá de los destinos tradicionales.
En el norte, Flores se levanta sobre una isla en el lago Petén Itzá. Con calles empedradas y casas coloniales, esta ciudad fue el último bastión de los Itzá Maya y hoy es un punto de partida ideal para descubrir la región y probar el pescado blanco local.
Muy cerca, el Parque Nacional Yaxha Nakum Naranjo revela más de 500 estructuras mayas. El Templo de las Manos Rojas ofrece una vista inolvidable del atardecer sobre la laguna Yaxhá, en un entorno arqueológico menos concurrido que Tikal.
En Alta Verapaz, Semuc Champey deslumbra con sus pozas turquesa de piedra caliza, formadas sobre un puente natural bajo el cual fluye el río Cahabón. Un paraíso escondido entre la jungla que recompensa a quienes se aventuran en la caminata.


Para los amantes del mar, El Paredón es un secreto costero en el Pacífico guatemalteco. Sus olas constantes atraen a surfistas de todos los niveles, mientras que los manglares cercanos ofrecen la posibilidad de recorrerlos en kayak.
Finalmente, Quetzaltenango (Xela) combina tradición indígena y vida urbana. Rodeada de volcanes, destaca por sus mercados vibrantes, su escena artística y joyas arquitectónicas como la Catedral del Espíritu Santo.



