La transformación de los parques acuáticos en destinos inmersivos

Lejos de limitarse a toboganes y piscinas de olas, integran cada más propuestas y tecnología para convertirse en espacios inmersivos, híbridos y multisensoriales.

Durante décadas, los parques acuáticos se focalizaron sobre unas solas funciones: refrescar, entretener y eventualmente ofrecer algunas atracciones icónicas. Pero en los últimos tiempos emergió un cambio estructural, sumando entornos tematizados, historias, atmósferas y experiencias que integren emoción con inmersión visual. Las remodelaciones en curso, los diseños actuales y las nuevas aperturas incorporan narrativas desde la etapa conceptual, con escenografías, ambientaciones y elementos estéticos que unifican la visita.

Destinos híbridos y experiencias integradas

La nueva generación de parques acuáticos ya no aparece como un producto aislado: suele formar parte de resorts, complejos de entretenimiento, hoteles familiares o incluso barcos de crucero. En este esquema, el agua es un eje más dentro de una oferta que combina gastronomía, actividades deportivas, áreas de juego, relax y entretenimiento digital.

La planificación arquitectónica se adapta a cada entorno, desde hoteles que buscan retener huéspedes dentro de la propiedad hasta desarrollos urbanos con superficies limitadas. El objetivo: diseñar espacios eficientes que prolonguen la estadía, multipliquen puntos de consumo y ofrezcan actividades para distintos grupos etarios.

Una de las mayores revoluciones dentro del ocio acuático es la incorporación de sistemas de surf artificial. Los “stationary waves” —olas continuas y controladas— se convirtieron en un componente atractivo para adolescentes, jóvenes y adultos, y funcionan como puente generacional en espacios donde los niños suelen concentrar la oferta.

Los estudios de mercado indican que los deportes de tabla (como el surf, skate, snowboard, o wakeboard) crecen sostenidamente y mueven miles de millones de dólares. En este contexto, los parques con olas artificiales no solo atraen nuevos públicos, sino que generan comunidades locales aun sin tradición surfista previa.

Las nuevas tecnologías redujeron el consumo energético de las olas de profundidad, lo que favorece su adopción en destinos turísticos, resorts y proyectos urbanos. Cuando se integran con patios gastronómicos o bares, además, se convierten en polos sociales de alto rendimiento comercial.

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