¿Los viajes desconectados serán una moda pasajera?

Lejos del wifi y las redes sociales, crece una nueva tendencia entre los viajeros más exigentes. Eligen destinos donde el lujo es el silencio, la desconexión y la autenticidad. En algunos mercados se los llama viajeros vintage, pero se trata más bien de un segmento muy sofisticado y exclusivo. 

En un mundo saturado de notificaciones, redes sociales y conexión constante, un nuevo tipo de viaje se impone silenciosamente entre los turistas de alto poder adquisitivo: los viajes desconectados. También conocidos como “viajes vintage”, esta tendencia propone una experiencia singular y profundamente anhelada por muchos: la de volver a disfrutar del tiempo sin pantallas, de los paisajes sin filtros y de la compañía sin interrupciones digitales.

Según una reciente encuesta del operador TUI realizada en Europa, el 64 % de los viajeros de ese país prioriza hoy destinos alejados del turismo masivo. Es un dato esperable, pero otra cifra de este mismo estudio impacta mucho más: un 63 % de los encuestados indicó que el deseo de desconectarse de la tecnología y las redes sociales es la razón número uno para viajar.

Esta tendencia no se limita a los países europeos. En distintos rincones del mundo, la industria turística premium ha empezado a adaptarse a un nuevo tipo de demanda: experiencias de lujo sin conexión a Internet, sin televisores y sin dispositivos móviles. El verdadero lujo es, ahora, el silencio, el tiempo libre y el contacto directo con la naturaleza o la cultura local. Es lo que propone, por ejemplo, la cadena chilena, desde hace varias décadas.

Una experiencia que revive el pasado

Los viajes vintage se inspiran en las vacaciones de otra época, cuando viajar implicaba estar fuera de alcance y las fotos se revelaban semanas después. Hoy, ese formato ha regresado, pero con las comodidades actuales. Son productos que se insertan en su gran mayoría entre las propuestas de un lujo muy refinado y personalizado.

Algunas experiencias inmersivas incluyen road trips, viajes en trenes históricos de lujo, o estadías en casas rurales de estilo restauradas, donde se cocinan recetas del terroir y se suelen ofrecer talleres creativos, como cerámica, pintura o escritura. Toman también la forma de retiros creativos con desintoxicación digital. Más allá de la multiplicidad de las propuestas, comparten valores como estadías sin pantallas, programas de actividades manuales, caminatas por la naturaleza y gastronomía local.

Algunas regiones del mundo lograron posicionarse muy rápidamente sobre este segmento en pleno auge. No nos extraña encontrar a Italia -y más particularmente el sur de ese país- en la vanguardia del turismo desconectado. Es donde había nacido hace muchos años el turismo slow, que fue en algún modo el precursor de esta tendencia actual. En Europa, algunas de las pequeñas islas griegas, Albania, Montenegro, Bulgaria o la isla de Chipre emergen como destinos ideales por su autenticidad, su bajo nivel de saturación turística y propuestas “fuera del tiempo”, con poca conectividad. Lo mismo ocurre en Sudamérica, el destino natural por excelencia. En la Argentina algunos establecimientos en la Quebrada de Humahuaca o en parajes remotos de la Patagonia podrían presentarse sin problema como emblemáticos de esta nueva tendencia. En la región de Camarones, la aldea de Bahía Bustamante fue reconvertida en un pueblo-hotel que atrae a viajeros del mundo entero que buscan una reconexión total con la naturaleza lejos de las redes y de la conectividad permanente.

Atentas a esta nueva tendencia, varias cadenas hoteleras internacionales vienen desarrollando habitaciones sin pantallas o con cajones donde guardar los celulares durante la estadía. Otras proponen “digital detox concierges”, asistentes personales que acompañan el proceso de desconexión digital con actividades alternativas.

El lujo como escape del algoritmo

Lo que hasta hace poco era una necesidad —contar con buen wifi en todos lados— ahora se ha convertido en un aspecto que muchos viajeros quieren evitar activamente. En la cima del turismo de lujo, los clientes ya no buscan suites con televisores inteligentes, sino entornos sin señal, donde lo importante es el acá y el ahora.

Como contracara de esta tendencia, también hay una paradoja: los mismos viajeros que eligen desconectarse, comparten luego sus experiencias en redes sociales, ayudando a viralizar estéticas y experiencias retro, valijas vintage o alojamientos boutique. Así, Instagram y Pinterest terminan siendo aliados involuntarios de una propuesta que, en principio, rechaza el mundo digital.

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