El pasaporte de papel está siendo reemplazado por sistemas desmaterializados basados en reconocimiento facial y credenciales móviles. Estos avances plantean desafíos en privacidad, seguridad de datos y equidad en su implementación global.
En un mundo en constante transformación, el pasaporte de papel, símbolo tradicional de la identidad y el viaje, está siendo reemplazado por tecnologías digitales que prometen revolucionar la manera en que nos movemos internacionalmente. Países como Finlandia, Canadá, los Emiratos Árabes Unidos, Singapur y varias naciones europeas están liderando el camino hacia la digitalización de los pasaportes, poniendo en práctica sistemas que podrían hacer que los documentos físicos sean cosa del pasado.
El reconocimiento facial como protagonista
El avance en tecnologías como el reconocimiento facial y los teléfonos inteligentes está impulsando esta transición. En Singapur, por ejemplo, más de un millón y medio de personas ya han viajado sin necesidad de portar un pasaporte físico, confiando en sistemas que validan sus identidades mediante datos biométricos. En Europa, la mayoría de los países Schengen han dado pasos significativos hacia la eliminación de los pasaportes físicos mediante la unificación de sistemas y el uso de credenciales digitales.
Los llamados “Digital Travel Credentials” (DTC), desarrollados bajo estándares de la Organización de Aviación Civil Internacional (ICAO), son un ejemplo de esta evolución. Estas credenciales permiten almacenar información del pasaporte de forma digital y verificable en dispositivos móviles. El proceso de identificación se simplifica: el viajero muestra su dispositivo, y un sistema de reconocimiento facial valida su identidad en cuestión de segundos.
Se prepara un mundo sin pasaportes físicos
La digitalización promete beneficios significativos. Entre ellos, la reducción de tiempos de espera en los aeropuertos, la eliminación de riesgos de robo o pérdida de documentos y una experiencia de viaje más fluida. Además, la digitalización no está limitada por el nivel de desarrollo económico de los países, lo que ha permitido a naciones de ingresos medios y bajos implementar estas tecnologías sin grandes obstáculos.
Sin embargo, la transición no está exenta de desafíos. Los expertos advierten sobre riesgos relacionados con la privacidad, la transparencia y la seguridad de los datos. Los sistemas de reconocimiento facial y las bases de datos digitales pueden ser vulnerables a fallas técnicas, fraudes y violaciones de seguridad. Además, el uso desigual de estas tecnologías en distintos países podría generar desconfianza, dependiendo de la solidez de sus marcos legales y regulatorios.
La pandemia de COVID-19 aceleró la adopción de tecnologías sin contacto en el ámbito de los viajes, contribuyendo a popularizar el concepto de pasaporte digital. Las aerolíneas y los aeropuertos, presionados para garantizar la seguridad y eficiencia, vieron en la digitalización una solución a los desafíos planteados por la crisis sanitaria.
Los primeros casos
El despliegue de estas tecnologías varía en todo el mundo. En Finlandia, se llevó a cabo una prueba piloto en 22 rutas aéreas, donde los controles fronterizos se completaban en solo ocho segundos. Singapur, por su parte, ha extendido su sistema de reconocimiento facial a más de 24 aeropuertos y planea implementar la tecnología en hoteles y monumentos históricos, donde el rostro del usuario podría servir como llave de acceso.
Mientras tanto, países como la India enfrentan críticas sobre la introducción de sistemas como Digi Yatra, que ha sido cuestionado por la falta de consentimiento claro y preocupaciones sobre el uso indebido de los datos recopilados. Estas experiencias reflejan la importancia de diseñar sistemas transparentes, seguros y éticos.
El pasaporte digital podría convertirse en el estándar global para los viajes en los próximos años, transformando radicalmente la forma en que interactuamos con las fronteras. Sin embargo, el camino hacia esta nueva realidad requiere abordar cuestiones clave como la interoperabilidad entre países, la protección de datos y la equidad en el acceso a la tecnología.
A medida que más naciones adoptan estas innovaciones, es fundamental garantizar que las soluciones sean inclusivas, respeten los derechos de los viajeros y se alineen con las expectativas de privacidad y seguridad de la sociedad. La evolución del pasaporte, desde un documento físico hasta una credencial digital basada en biometría, no solo redefine cómo viajamos, sino también cómo entendemos la identidad en un mundo globalizado.